lunes, 20 de junio de 2011

Hay quien llama bobo al corazon.....


Hay quien llama bobo al corazón. No, no es porque se enamore, tampoco porque sea fácil de engañar, y menos porque se ponga rojo cada vez que alguna sensación lo visita. Lo llaman bobo, zonzo, porque nunca para de trabajar.

Seguro ese apodo se lo puso algún vivillo, un desobligado, uno de esos que huye a cualquier tarea. Pero en efecto, en eso de trabajar, sin descanso además, ese órgano musculoso se pinta solo. Las máquinas concebidas y luego fabricadas por el hombre, todas, tarde o temprano, luego de un tiempito, se dañan. El corazón, en cambio, puede latir, sin parar, por 70, 80, 90 años o más. Así de ñoño es.
Y a ese infinito pulsar hay que agregarle los sobresaltos, la conmoción. Vaya, los momentos que van directito a la memoria eterna, los que marcan la vida.
Uno de ellos fue transmitido por la televisión argentina el fin de semana pasado, justo en los minutos donde la lucha por no descender estaba fraguando su desenlace.
La cosa estaba así. En la última jornada del Clausura, Huaracán visitaba a Independiente, dirigidos por Mohamed, con la única misión de mantener el punto de ventaja sobre Gimnasia en la tabla de los promedios. Esa unidad, cuando menos, lo ponía en zona de Promoción. Sus hinchas, fieles como pocos, se acercaron al Libertadores de América sólo con esperanzas en los bolsillos. Pero de poco sirvieron. El Rojo los goleó 5-1.
Con todos los partidos de los involucrados programados al mismo tiempo, Gimnasia, en su cancha, vencía a Boca Juniors 2-1 y el reloj ya había rebasado el 90′.
En cancha de Independiente, ya con su partido finalizado, los aficionados al Globo escuchaban por radio los últimos minutos de su Huracán en Primera División. Eran los tres minutos Héctor Baldassi agregó en el estadio Juan Carlos Zerillo de La Plata. Con el triunfo, Gimnasia evitaba el descenso directo y se jugaría la permanencia en Promoción, lo mismo que River.
Pero un centro desde la derecha fue a parar a la cabeza de Palermo, quien en su último partido, en el último minuto de su carrera, bajó un balón para que Cellay, ex Huracán, rematara solo frente a Monetti… 2-2.
El gol levantó a todos los destruidos seguidores del Globo que escuchaban aquel final. Desesperanzados, marchitos, descendidos, al enterarse del empate xeneize, fueron impulsados no por sus piernas, para ese entonces inválidas, sino por su corazón, único reacio a parecer débil entre tanto músculo atrofiado. Y con esos simples constantes latidos, alcanzó para que todos los hinchas de Huracán se impulsaran, se pusieran de pie, gritaran, se abrazaran y corrieran por toda la tribuna.
La imagen más conmovedora de todas, la de Rodrigo Cid, el muchacho del gorrito que con radio en mano y desconsuelo en el rostro, cambió su estado por euforia luego del gol en partido ajeno. Tanto impresionó su reacción, que fue invitado a compartir almuerzo y concentración con el plantel de Huracán, y es que la imagen que regaló, tal cual, fue la del regreso a la vida, la del corazón en pie de lucha.
Huracán no evitó el descenso, ni siquiera la Promoción. Con el punto, Gimnasia lo empato en la tabla de promedio y ahora deberán jugar un desempate para definir quién se va directo y quién tiene una oportunidad más para quedarse en Primera.
Tras el partido Rolando Zárate definió perfecto a qué se atiene su equipo: “Buen fútbol no podemos hacer, así que lo único que nos queda es jugar con el corazón”.
Por ahora los de Parque Patricios ya salvaron una. Veremos si su corazón sigue con las mismas boberías…

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