jueves, 19 de abril de 2012

Tan Profundo y Tan Simple


Tengo una teoría: el fútbol nos ayuda a dividir el tiempo, a compartimentarlo, a dominarlo. No digo que los muy futboleros ordenemos nuestra vida en torno al fútbol, no, sino que la vamos (re)construyendo con el fútbol como apoyo, en el sentido de la memoria individual y colectiva, del relato sobre el transcurrir del tiempo propio e histórico. En este sentido, innegablemente el fútbol es una cultura (aún cuando Santiago Segurola negaba este punto en una reciente entrevista), es decir, un cierto modo de ordenar el mundo, de comprenderlo, de asimilarlo. También, para reforzar la culturalidad del asunto del balón, el fútbol en este mismo sentido es un factor de creación de una comunidad, la de los futboleros, aquellos que, por poner un solo ejemplo, saben perfectamente donde estaban y qué hacían el día que el Ajax de Van Gaal se coronó campeón de Europa y, desde este recuerdo, son capaces de reconstruir aquel tiempo vivido, los que fueron sus sentimientos, sus ideas, su manera de ver la vida y el mundo.

Esta gran comunidad de futboleros del mundo está dividida a su vez en subculturas. “Ferver Pitch”, de Nick Hornby, sería por ejemplo una suerte de relato fundacional para los gunners, que obviamente ya existían previamente pero que en torno a ese texto quedan por siempre preservados. Un día, en alguna facultad de antropología, quizá alguien escriba una tesis sobre lo que suponía ser del Arsenal en la Inglaterra de finales del s. XX, en la era pre-Wenger, cuando en Highbury el balón volaba por encima de la mayoría de las cabezas presentes, como una idea imprecisa o como una estrella fugaz a la que seguir.

Pero el gran relato fundacional de cada cultura futbolera no es un libro por supuesto, e incluso ni siquiera un club de fútbol, sino que es, como no podía ser de otra manera, un partido de fútbol. Es en los partidos, en esos “textos”, que, como la Biblia o el Corán, se someten a cientos de interpretaciones todas válidas y necesarias, donde se forman grupos de personas que en lo relativo a ese asunto se entienden como iguales y se proyectan hacia los demás como tales. Algo tienen determinados partidos que, como los grandes textos, son capaces de aglutinar en torno a sí diferentes sensibilidades, modos de entender la vida, de interpretar el mundo. Algo tienen, cuando hay personas que sienten que en ese momento preciso del tiempo y en ese estadio, de alguna manera se manifestó un modo de ser, una identidad.

Cuando hablas con un futbolero de esos en los que el tuétano de sus huesos es del mismo color que la camiseta de su equipo, pronto comprendes que su pasión nació y ha crecido a partir y en torno a momentos claves, a partidos inolvidables. Si exagera (o si es un exagerado) dirá que tal y tal encuentro fueron los momentos más felices o tristes de su vida. Si se extiende, encontrará también ejemplos de todo lo que se puede y debe vivir (la injusticia, la amistad, el honor, la traición, el fracaso, etcétera) acontecidos sobre el verde. Tan profundo y tan simple es el fútbol.