Quizá por eso todos los cuerpos directivos que han pasado por allí hayan gozado de la paciencia y tranquilidad que en otros campos escasea. Los Pumas nos hemos acostumbrado al largo plazo, a saber esperar, tener confianza en técnicos y jugadores y sobre todo, a renunciar a los títulos express a cambio de campeonatos fundados en la piedra filosofal del club: nuestra Cantera. Sin embargo, en los últimos torneos, desde que Borja Navarrete y García Aspe están al frente, el azul y oro se ha opacado.
Conscientes de tener una tribuna entregada, los dirigentes han faltado a su responsabilidad con el espíritu aguerrido y valiente de Universidad y su afición. Cualquier equipo nos gana en CU, un estadio de naturaleza honorable se está convirtiendo en un campo “patito”. Lo peor no es que haya dejado de pesarle a los rivales, sino a sus jóvenes Pumas, una generación sin maestros ni alumnos destacados.
Nos estamos acostumbrando a mirar la tabla general de abajo para arriba, hoy volvemos a amanecer en los últimos lugares, impensable aun en esas épocas cuando el equipo se la jugaba con planteles juveniles.
Algo está rechinando en la sólida estructura de Universidad y su patronato; un presidente ajeno, un director deportivo confundido y un entrenador sin personalidad son apenas la cara visible de un problema que tiene que ver con la pérdida de liderazgo a todos los niveles.
Pumas fue intervenido por las personas equivocadas, afortunadamente la sabiduría del club no está en ellas, sino en su afición.
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